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NACER DE NUEVO
Hay muchas personas que combaten las situaciones que les provocan inquietud con una serie de conocidas técnicas pensadas para distraerse de la angustia (relajación, contar hasta diez, beber agua, etc.). Pueden ser útiles a corto plazo pero en general no resuelven el problema.
Veamos qué se puede hacer. En primer lugar, distinguir entre lo “incómodo” y lo “terrible”. La inquietud no es el fin del mundo.
Es incómoda, incluso muy incómoda, pero no es terrible a no ser que así la definamos. Si definimos como una sensación terrible estaremos dando otra vuelta al círculo vicioso.
Así pues, para empezar, cuando se sienta inquieto, demostrarse a sí mismo que es incómoda, mala, inconveniente, pero no es peligrosa ni es el fin del mundo.
Se ha acostumbrado a pensar que es terrible y su cuerpo reacciona conforme a esa definición. Cuesta cierto tiempo acostumbrarse es muy incómoda, no es terrible. Y todavía pasa más tiempo antes de que el cuerpo reaccione conforme a esta nueva definición.
Pero sería un error avanzar demasiado gradualmente y sólo hacer lo que podamos realizar cómodamente. Superarla comporta tolerar cierto grado de incomodidad, por lo que es importante enfrentarse al sentimiento de incomodidad.
Continuaremos aplicando el principio de arduo pero no aplastante. Escoja una situación que le resulte difícil de afrontar, hágalo y practique la actitud que resumimos en la frase “la inquietud es una sensación muy desagradable, pero no es terrible”.
Si teme que le dé un ataque de pánico, recuerde que el pánico tiene una duración muy breve, aunque mientras dura parece interminable.
El control de la respiración como hemos dicho anteriormente es importante. Tenemos que aprender a controlar la respiración. Esto requiere muchísima práctica.
La inspiración controlada implica que las inspiraciones son suaves, lentas, regulares y bastante superficiales (no profundas). Inhale por la nariz y exhale por la boca en ciclos regulares.
Independientemente del tipo de inquietud que experimentemos, ya sea una “social” íntimamente relacionada con un miedo escondido o evidente a cometer errores en público, a perder el amor de alguien, a no estar de acuerdo con los demás, provocada por una necesidad de que la vida sea predecible y sin demasiadas dificultades, hemos de aceptar que somos nosotros mismos los que la creamos con nuestros imperativos absolutos.
Lo peor de casi cualquier “desastre” no es tanto lo terrible que sea en sí mismo sino la creencia exagerada en el horror que conlleva.
Consulte a su Medico.